El ambiente que te rodea tiene una gran influencia en ti: en lo que haces, en lo que piensas, en lo que sientes… y también en lo que no haces, ni piensas, y dejas de sentir.
Me refiero a tu ambiente físico: ¿es que tu espacio de trabajo y tu hogar están bien arreglados, organizados, son limpios, sin tantos objetos alrededor que llamen constantemente tu atención, y por ende, propician un espíritu sereno y productivo? ¿O es que ellos te solicitan constantemente, porque sabes que debes limpiarlo, porque pasas horas buscando alguna carpeta o documento que te hace falta o porque tienes un montón de cosas dañadas y que debes reparar o botar?
Tu ambiente físico es un reflejo de tu mente y tu espíritu.
No se trata de esconder el desorden en gavetas (que van a estar desordenadas). Tú y sólo tú sabes qué te quita energía y qué te la da. ¿Tu ambiente físico te está robando energía o renueva y potencia la energía positiva y productiva en ti?
Haz que tu ambiente sea tu guía espiritual.
Así como el ambiente físico puede limitar tu creatividad, organización, paz mental y productividad, igual ocurre con tu ambiente relacional, es decir, con aquellas personas con las que pasas mayor tiempo en el día, las que tienen mayor influencia en lo que piensas de ti misma y de tu trabajo, en lo que haces (o en cómo lo haces) y en cómo te sientes.
Identifica a tu alrededor cuáles son las personas que, en promedio, te dan mayor energía y cuáles te quitan más energía. Por supuesto, todos tenemos problemas y todos tenemos días mejores que otros. Es normal que una persona te quite energía en ciertos momentos, pero si la suma total de tu experiencia con ella es positiva, mantenla en tu vida. De lo contrario, ¿por qué quieres tener a alguien así en tu vida, si no es por culpa y obligación?
¿Qué acción vas a tomar a partir de ahora? ¿Cómo decides cambiar y organizar tu espacio físico? ¿Con cuáles personas vas a pasar mayor tiempo y con cuáles ya no quieres estar tanto?