La vida se vive mejor si damos nuestro mejor esfuerzo en cada cosa que hacemos.
Para hacer mejor cada cosa que haces, necesitas tres ingredientes: la intención, el deseo y la atención.
La intención
La intención es la decisión de hacerlo lo mejor que puedas.
Debes desarrollar la intención de ser excepcional, de manera general y específica.
Tienes una intención general, cuando te comprometes a hacer todo lo que haces, de forma extraordinaria, cuidando los detalles, sin errores, y con innovación.
La intención también es específica, pues antes de iniciar cualquier tarea, debes decirte lo siguiente: “Haré este trabajo lo mejor que pueda hacerlo”.
El deseo
La intención solo dará resultados si tienes alguna razón para hacer un trabajo extraordinario.
Esa razón crea el deseo. Mientras tu razón sea más fuerte, tu deseo también lo será.
Pregúntate, antes de iniciar cualquier actividad: ¿Por qué es importante hacerlo lo mejor que pueda? ¿Qué beneficios obtendré yo u otras personas, de un trabajo muy bien hecho? ¿Por qué deseo hacer esto?
La atención
Si tienes la intención y el deseo de hacerlo bien, ahora solo falta que lo hagas extraordinariamente bien. Eso solo es posible si diriges toda tu atención a aquello que haces, sin distracciones, hasta alcanzar tu “flujo”, ese estado de concentración y disfrute máximo, en el que te sientes una con lo que haces, en el que las ideas fluyen, en el que los errores son detectados rápidamente.
Sin intención, deseo, ni atención, no importa qué tan bien sepas lo que vas a hacer, nunca lo harás extraordinariamente bien.