Si la sensación de agobio es una constante en ti, si desde que te despiertas sientes que tienes mucho por hacer y no sabes por dónde empezar, es hora de que y te pongas manos a la obra para cambiar de una vez esta situación.
Primero, definamos mejor qué es el agobio.
El agobio es una sensación, que se manifiesta por algunas (o varias) de estas características:
- El pensamiento constante de que tienes demasiado por hacer y de que nunca te alcanzará el tiempo de hacerlo todo.
- Cuando decides ponerte a trabajar, no sabes por dónde empezar o te cuesta mucho avanzar, por baja concentración.
- A veces, optas por abandonar. Te dices que mejor vas a hacer otra cosa (mirar una serie, salir de compras o revisar de nuevo tu celular), porque de todas maneras da lo mismo, ya que nunca terminarás de hacer la lista interminable de cosas que tienes por hacer.
- Todo te parece importante. No sabes qué es prioritario y qué no lo es.
- Te sientes irritada o lloras con facilidad, ante el mínimo obstáculo o reproche.
- Te sientes cansada de manera constante, ya sea porque tienes problemas de sueño o porque te despiertas cansada, incluso después de una buena noche de sueño.
La vida es demasiado linda como para vivir constantemente de esta manera. ¿No te parece?
Quizás sí haya una solución a todo esto.
Esta solución empieza con la planificación.
La planificación implica tener claro qué es todo eso que tú crees que debes hacer y saber cuándo lo harás.
Escribe todos tus TO DOs. Sólo así podrás descargar todo lo que está en tu cabeza y verlo con mayor perspectiva.
Una vez que escribes todo, comienza a ponerles fecha.
El agobio viene de no saber cuándo haremos todo lo que tenemos que hacer.
Al planificar respondes a esta interrogante. Cuando aprendes a planificar, sabes en qué momento vas a hacer cada cosa.
Al planificar sabes que habrá cosas que podrás hacer (y cuándo) y que hay otras cosas que quedarán por fuera. Esto te ayudará a decidir si es mejor dejar esas cosas por fuera (al menos, por ahora), para poder hacer lo que planificaste… o si es mejor hacer ciertos cambios en tu planificación inicial.
Cuando planificas sólo te queda la opción de ver lo inevitable: que no lo puedes hacer todo, pero que puedes hacer lo más importante para ti, que para eso siempre hay tiempo.
La planificación no es la única respuesta a este problema. Pero es un buen punto de partida.
Cuando planificas y te das cuenta de tu capacidad actual para actuar, y todo lo que no puedes hacer el día de hoy, comenzarás a hacerte preguntas más importantes y trascendentales: ¿qué es importante para ti y qué no lo es? ¿por qué acepto hacer esto que no quiero hacer? ¿cómo quiero que sea el funcionamiento en mi matrimonio y cuál es la mejor manera de repartir las responsabilidades? ¿qué creía que era importante para mí, pero en realidad no lo es tanto?
Responder a estas preguntas te llevará tiempo, pero es un tiempo muy bien invertido. Tus respuestas darán sentido a tu vida, mayor calma y la sensación de que tú tienes el control de tu vida.