Cuando realizas una tarea es porque te basas en una de las tres opciones siguientes:
- La motivación.
- La fuerza de voluntad.
- La disciplina.
La motivación es una gran energía que no sólo te hace hacer tus tareas, sino que te permite hacerlas con una energía positiva, similar a la alegría.
La fuerza de voluntad implica que no tienes ganas de hacer la tarea que estás haciendo, es decir, que tu motivación es baja, pero que la ignoras para poder avanzar.
La disciplina es la capacidad de hacer sistemáticamente lo que dijiste que harías, que te provoque o no. Ella implica que reconoces los momentos en los que tu motivación es baja, pero que eso no te impide hacer tu tarea. La palabra clave es “reconocer”, lo que significa que no tratas de ignorar o de cambiar tu nivel de motivación, sino que actúas incluso si esa motivación es baja. Esto es así, porque cuando te consideras como una persona disciplinada, tu compromiso por serlo es tu motivación principal, y no las ganas de hacer (o no) la actividad que dijiste que harías.
La motivación es una gran fuente de energía y de poder para hacer las cosas, pero no es muy fiable, ya que -como toda emoción- ella fluctúa a lo largo del día y de los días. La fuerza de voluntad sirve en ciertos momentos, pero tampoco es una fuente fiable para realizar las cosas, ya que no puedes ignorar por siempre tu nivel de motivación. En cambio, tu capacidad y compromiso de ser disciplinada es algo que se trabaja con el tiempo y que será tu mejor aliada para realizar exactamente aquello que dijiste que harías, y no lo que te provoca.