Cuando te das cuenta de que cometiste un error o que no lograste evitar uno, ¿cómo te tratas? ¿qué te dices? ¿cómo te sientes? Las respuestas a estas tres preguntas determinan tu relación contigo misma, más que la manera como te tratas, te hablas y sientes cuando logras un éxito. Porque solemos ser más duras con nosotras cuando fallamos, de lo que solemos felicitarnos cuando logramos algo bueno.
Cuando cometes un error o fallas en algo, ¿eres de las que trata de no pensar en ello y pasar inmediatamente a otra cosa? ¿O más bien no puedes parar de pensar en tu error, en criticarte, hablarte mal y repetirte mil veces que debiste actuar de otra manera? Quizás seas una mezcla de ambas.
¿Qué tipo de expresiones sueles emplear para describir la situación? Quizás sea un “eres una incapaz”, “otra vez con lo mismo”, “no sirves para nada”, “por qué nunca terminas de aprender”, “para de ser la que siempre se equivoca” o cualquier variedad de ellas.
Quizás no te des cuenta de tu vocabulario, y creas que todo está bien, y que simplemente estás haciendo un análisis objetivo de la situación. Ahora te pregunto, ¿cómo te sientes? Si te pido que describas tu estado anímico en esas situaciones con una sola palabra, ¿cuál sería tu emoción predominante?
¿Qué tal tus sensaciones? ¿Qué pasa con tu cuerpo durante esos momentos o las horas o días que siguen? ¿Te suele dar dolor de cabeza o de espalda? ¿Alguna incomodidad general o específica aparece?
Existen muchas maneras en las que el cuerpo se comunica con nosotras. Es importante escucharlo para entender mejor nuestra relación con nosotras mismas.
Recuerda que siempre hay otra manera de tratarnos, que la comprensión y el amor hacia nosotras debe prevalecer, pese a cualquier error. Y que sólo de esa manera podremos tomar las medidas necesarias para evitar cometer el mismo error más de una vez.
Sin embargo, el primer paso es escucharnos, saber qué tan (o tan poco) indulgentes somos con nosotras mismas.