Poner tus necesidades y tus deseos en primer lugar, es decir, por encima del resto de las personas que te rodean, es considerado por la sociedad como un acto egoísta y, el egoísmo, es considerado un pecado, que hace de ti una mala persona y eso, por supuesto, querrás evitarlo a toda costa.
Hemos sido educadas con la falsa creencia que el poner nuestras necesidades y nuestros deseos de lado, para satisfacer las necesidades y los deseos de los demás, no sólo es un ideal, sino una manera normal de actuar para las mujeres, que forma parte del instinto materno que como mujer tenemos y debemos desarrollar en todo momento.
La realidad no siempre es así y no tiene por qué serlo.
Poner las necesidades y deseos de los demás por encima del propio es un acto egoísta hacia una misma.
El egoísmo implica que cuando satisfaces tus necesidades y deseos, haces daño a los demás. Cuando no es el caso, no hables nunca de egoísmo.
Egoísmo no es vivir como uno desea vivir;
es pedir a los demás que vivan como uno desea vivir.
Oscar Wilde
En la medida en la que pongas tus necesidades y deseos en primer lugar, es decir, que satisfagas tus necesidades y tus deseos antes de trabajar por el de los demás, podrás manejar mejor tu tiempo y tu vida, ya que tendrás tus prioridades claras, tu energía aumentará y tu satisfacción personal también. Esto hará, como añadidura, que tu capacidad para responder y ayudar a las necesidades y deseos de los demás, también aumente.
Ponerse en primer lugar no significa que sólo tus necesidades y deseos sean importantes, ni que son los únicos que cuenten. Tampoco significa que los demás no te importen, o que no los ayudarás a satisfacer sus necesidades y deseos. Simplemente significa que, para ti, los tuyos van en primera posición.
El primer paso para una gestión del tiempo exitosa es entender que el ponerse en primer lugar es un acto noble hacia ti y hacia el mundo en general.