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No hagas nada

Hay momentos en los que trabajar es la mejor opción.

Y hay momentos en los que no hacer nada es lo que te hará más productiva.

A finales de junio terminé un curso muy intenso, que duró dos meses. Disfruté muchísimo ese curso y sentí que me aportó bastante, pero apenas terminé la última sesión, apenas cerré la puerta del instituto y me diría a mi casa, sentí un gran cansancio, como si hubiese dejado toda mi energía en esos ocho meses intensos o en ese instituto.

Tardé tres semanas en recuperarme. Fueron tres semanas en los que no podía hacer sino lo mínimo necesario: comer, bañarme, ocuparme de mis hijos e ir a trabajar. Cero blogs, cero gimnasio, cero ideas creativas. Incluso el club de lectura y mis webinars que había planeado desde hacía meses, estuvieron a punto de ser cancelarlos (menos mal que no me escuché, porque fue de los mejores eventos que he hecho).

Y es que, aunque me hubiese gustado tener el nivel de energía alto que me caracteriza, no lo tenía.

Lo peor es que no sabía cuánto tiempo iba a durar la situación. Yo lo atribuí a ese cansancio que suele venir antes de las vacaciones, o al cambio de temperatura (calor intenso un día y al día siguiente 15° menos). En realidad, tengo muchas hipótesis, pero no estoy segura de qué generó ese letargo en mí.

Lo que sí sabía era que esta vez no iba a apresurar las cosas; que esta vez me iba a dar el tiempo que necesitara para recuperar mis fuerzas.

La espera fue larga pero, finalmente, no tanto como me imaginaba. Al cabo de tres semanas, comencé a tener ganas (e ideas) para escribir mi blog. Volví a tener ganas de ir al gimnasio (aunque los primeros días, no podía pararme temprano para hacerlo) y volví a tener ganas de hacer cosas nuevas para mi coaching. Poco a poco, no sólo mi energía anterior volvió, sino que me siento más viva y más creativa que antes, como no me había sentido en mucho tiempo.

Porque me di el tiempo, porque fui paciente conmigo.

Y eso, te invito a que hagas contigo mismo, sea cual sea tu estado hoy.