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Las pelotas de las emociones

Tus emociones impactan la manera en la que manejas tu tiempo, ya que ellas determinan qué haces, qué no haces y cómo lo haces, mucho más de lo que tú crees.

Si te sientes triste, desmotivada o angustiada, no vas a trabajar de la misma manera que si te sintieras feliz, motivada o en paz. Lo que haces y la calidad de lo que haces, dependerá mucho de ello.

Muchas veces, dejamos que sean las emociones predominantes de los demás, las que decidan qué hacemos y de qué manera lo hacemos. Actuamos como paños absorbentes de las emociones de los otros, y esto, sin darnos cuenta de lo que está ocurriendo.

Imagínate esta escena: te sientas a trabajar, te sientes súper productiva y con ganas de terminar ese reporte que tanto te había costado comenzar. En ese momento, lees el email de un colega, criticando algo que hiciste la semana pasada y escrito en un tono que te desagrada. ¿Qué haces? ¿Le respondes (en tu mente o en realidad) diciéndole “lo que se merece” o, al contrario, te dices que entiendes su punto de vista, y que luego le responderás tranquilamente, pero que ahora vas a trabajar en el reporte que pensabas terminar? La respuesta de la mayoría de las personas será la primera opción.

Hoy te quiero dar una técnica para comenzar a dirigirte hacia la segunda opción, de modo que las actitudes de los demás, no influyan en la tuya. Esa técnica la llamo “Las pelotas de las emociones”.

Imagina tus interacciones con los demás como un juego de pelotas, en las que con cada acción y reacción se están lanzando pelotas uno al otro.

Tú, como participante de ese juego, tienes la libertad de elegir cómo reaccionas ante cada pelota que te lancen. De esta manera, puedes:

1.   Agarrar la pelota, es decir, la emoción, y quedarte con ella.

2.   Lanzarla con más fuerza a quien te la lanzó, o a cualquier otra persona. Esto se traducirá en reaccionar con gritos, golpes o cualquier comentario irónico, burlón u ofensivo, antes comentarios o acciones que te parecen desagradables.

3.   Agarrarla y dejarla de lado, decidiendo no continuar el juego.

4.   Esquivarla y entender que esa pelota no te pertenece.

Al imaginar las interacciones con los demás como un juego de pelotas, dejas de dramatizar tantos las cosas y te haces actora activa de tu vida emocional.