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La escalera del cambio

¿Quieres comenzar a adoptar buenos hábitos en tu gestión del tiempo? ¿Quieres dejar de procrastinar, de ser impuntual o de distraerte constantemente? ¿Quieres, de una vez por todas, terminar los proyectos que empiezas y lograr tus objetivos?

Para lograr todo esto, y más, tienes que aprender a cambiar.

Bien se ha dicho que el cambio es la única constante en la vida. Todo cambia. Si no cambia, se muere.

El cambio no sólo es una realidad, sino que aumenta con el tiempo. El nivel de transformación en los últimos años se ha acelerado, y ese ritmo sólo aumentará. Por lo tanto, dominar el arte del cambio no sólo es necesario, sino forma parte esencial de la vida.

Sin embargo, poco nos enseñan a aprender a cambiar y a buscar los cambios que deseamos en la vida.

Todo cambio -que sea en la gestión del tiempo o en otra área de nuestra vida- pasa por varias etapas. Se trata de una escalera, en la que no puedes saltarte un escalón para pasar el siguiente.

El primer escalón de la escalera del cambio es la conciencia. En esta etapa identificas qué quieres y qué no quieres, qué te gusta y qué no, cuál es el cambio que quieres en tu vida. Mientras más específica eres, mejor.

No importa si no sabes exactamente, con todos los detalles, aquello que quieres lograr; no hagas que esto te impida avanzar. Pregúntate constantemente qué quieres, qué pasaría si lo lograras, cómo sería tu vida diferente si lo lograras, qué pasaría con tu vida si sigues así.

El segundo escalón es el de la observación. Para cambiar algo debes ser consciente de qué comportamiento o creencia tienes actualmente que te impide lograr lo que quieres o que está en contradicción con quien te gustaría ser.

Durante esta etapa, simplemente sé tu propia observadora, sin juzgarte, sin criticarte. Sólo observa qué haces o qué piensas, cuándo lo haces, por qué lo haces, qué ocurre antes de hacer o de pensar eso.

El tercer escalón es el de la aceptación. Mientras más te observas, más te darás cuenta de cosas que haces y que no te gustan. Eso es normal. Si esas cosas no existieran, entonces no habría nada que cambiar.

Lo que parece paradójico es que no es rechazando lo que no te gusta de tus creencias o comportamientos que cambiarás más rápido. Al contrario, mientras más te aceptas tal como eres y tu etapa en el camino, más rápidamente cambiarás.

Aceptar no es ser pasiva ante tu situación, sin hacer nada para modificarla. Aceptar es admitir que una situación existe y que sientes emociones al respecto.

La aceptación te da mayor paz, mayor claridad y mayor fuerza sobre tus problemas, sobre tu situación actual y sobre eso que deseas cambiar.

Una vez que aceptas tu situación y tu comportamiento actual, estás lista para pasar al cuarto escalón del cambio: la toma de responsabilidad. Ser responsable, no es ser culpable. Puede que no seas culpable de lo que te ocurra (alguien te distrae, por ejemplo), pero siempre eres responsable de cómo actúas y de cómo manejas el cambio (aceptar o no, esa distracción). Siempre eres responsable de tu vida; así lo quieras, o no, así seas consciente de ello, o no.

El siguiente eslabón es la actuación. Cuando tomas la responsabilidad de tu situación actual y del cambio que quieres generar, el siguiente paso es actuar. Prueba diferentes métodos. Prueba, falla, prueba de nuevo, hasta que logres el cambio que desees. Sé paciente. Actúa. Sigue intentándolo.

El último eslabón es la evaluación. Cuando actúes, fallarás. Es parte inevitable del cambio. Si logras cambiar algo de la primera vez, no te preocupes, que otros cambios seguirán y, en algún momento, el error llegará. Fallarás inevitablemente. Eso forma parte del proceso. Aprender a evaluar consiste en entender qué te llevó a tu resultado, que hayas fallado o que hayas realizado el cambio que querías. La evaluación correcta te lleva a la acción siguiente.

Ahora sí, conoces toda la escalera del cambio.

Tú defines cuántas veces deseas subir la escalera del cambio tantas veces como lo desees.