Skip to content

La energía con la que lo haces

Se dice que el burnout no depende de la cantidad de cosas que haces, ni del número de horas que trabajas, sino de la energía con la que lo haces.

Es decir, si haces cosas que no te gustan, de mala gana, en el que no ves el valor de lo que haces, si tienes poco o ningún control sobre tu trabajo y si trabajas en un ambiente hostil en el que no se reconoce lo que haces sino que, al contrario, te culpan por el mínimo error. Si, además, esta situación persiste por mucho tiempo, en un momento tu cuerpo y tu mente no aguantarán más. Literalmente, no podrás hacer más.

No esperes caer en un burnout. Y si ya lo viviste, haz todo lo necesario para que no volver a vivir esa experiencia.

Toma cartas en el asunto. Pregúntate con qué energía haces lo que haces, qué te gusta de tu trabajo, qué te molesta de él, cómo puedes hacer más de lo que te llena de energía, cómo puedes poner mayor energía en lo que haces.

A veces, la solución está en cambiar de trabajo y colocarte en un ambiente más acorde con tus valores y tu manera de actuar, con gente amable que se preocupe por tu bienestar. Otras veces, la solución está en trabajar de manera distinta, en eliminar el perfeccionismo o en dejar de querer hacerlo todo, todo el tiempo.

Incluso, sin necesidad de pensar en el caso extremo del burnout, observa constantemente estas dos cosas:

  1. La energía con la que haces cada cosa. Cuando trabajas, ¿cómo te sientes?
  2. La energía que sientes al acabar cada una de las cosas que haces. Al terminar cada actividad, ¿cómo te sientes?

Procura, siempre, hacer aquello que eleva tu energía, y hacerlo con una energía elevada.