Si de algo sirve aprender a manejar nuestro tiempo, es para que nuestro día valga la pena ser vivido. Esto significa terminar el día con la sensación de haber hecho cosas que nos permitieron avanzar y que nos hicieron sentir plenamente vivas.
Al final de cada día, pregúntate si tu día valió la pena, qué hiciste de extraordinario y cómo te sentiste: ¿entusiasta y apasionada por lo que hacías? ¿apática y neutra? ¿o más bien molesta y con la sensación de haber perdido el tiempo?
Todos los días no deben ser iguales. Nuestra experiencia humana es una combinación de emociones, y la mezcla y el contraste son necesarios. Lo malo sirve para aprender y para apreciar mejor lo bueno. Pero si la mayoría de tus días son aburridos y monótonos, tu vida terminará siendo eso.
Por eso vale la pena preguntarse qué tal fue tu día, y cómo puedes hacer para que mañana (o lo que queda de hoy) sea extraordinario.