El cerebro de un adulto puede concentrarse hasta 45 minutos, como máximo. De hecho, a partir de los 20 minutos, la concentración comienza a disminuir hasta extinguirse a los 45 minutos.
Esto significa que pasado este plazo, tu productividad disminuirá de la misma manera que tu capacidad de concentrarte. En consecuencia, el riesgo de cometer más errores y perder tu tiempo aumentan.
Así que asegúrate de realizar pausas regulares, al menos cada 45 minutos.
Aprovecha estas pausas para repasar mentalmente lo que acabas de hacer (pero sin quedarte anclada en ello), pero sobre todo para mover tu cuerpo, estirarte, respirar y mirar a lo lejos.
Haciendo esto verás cómo tu productividad aumentará durante tu siguiente sesión de trabajo.
Las pausas regulares también se aplican al final del día. Cuando tu día laboral se acabe, asegúrate de ¡que se acabe! No te lleves trabajo a casa. Disfruta del resto del día y dale a tu cuerpo el descanso diario que merece, físico y mental.
Recuerda igualmente respetar tus pausas más largas, de los fines de semana y de semanas enteras. Desconéctate por completo de tu rutina diaria y date la oportunidad de reflexionar sobre tu vida, sobre tus proyectos y aspiraciones y de disfrutarla haciendo cosas nuevas, conociendo gente y lugares nuevos, o simplemente no haciendo nada.
La paradoja de todo esto es que para producir más y mejor debes descansar más y mejor.