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El poder de las palabras (2)

Cuando dices “No sé” a alguna pregunta que te haces, te das una orden bastante clara para no conseguir la respuesta que estás buscando.

Por ejemplo, si te dices que no sabes cómo pasar más tiempo con tus hijos, cómo crear tu empresa, cómo mejorar alguna situación o cómo resolver cualquier problema, tu cerebro no va a ir más allá, a la búsqueda de soluciones innovadoras y originales, o simplemente evidentes y simples, que podrían solucionar ese problema del que tanto te quejas.

Tu cerebro no lo hará, simplemente porque le diste la orden de no hacerlo. En cambio, gastarás tu tiempo y energía quejándote siempre de lo mismo, sintiéndote indefensa y víctima de tu situación actual, preguntándote por qué no avanzas en la vida.

De la misma manera, cuando dices “No puedo” ante cualquier desafío que tengas o problema que quieras resolver, cuando te convences de que no puedes salir adelante en eso, que los demás sí, pero tú no, cuando te basas en lo que has logrado (o no has logrado) hasta ahora para definir lo que lograrás en el futuro, cuando no te das la oportunidad de creer en ti misma, entonces te aseguro que no podrás. Y no podrás porque no lo intentarás, porque vivirás en la inacción.

Si estás convencida de que no sabes (y que, por lo tanto, nunca sabrás) o de que no puedes (y que, por lo tanto, nunca podrás), así será.

Gracias a nuestras palabras, que son una manifestación de nuestras creencias más profundas, nos convertimos en profetas de nuestro propio futuro.

En lugar de decir “No sé”, por qué no dices “Lo averiguaré”. O, mejor aún, da tu mejor respuesta ahora mismo. Inténtalo. Di lo primero que se te ocurra y te sorprenderá la sabiduría que hay escondida en ti.

En lugar de decir “No puedo”, proponte decir “Lo haré”. Eso sí, hazlo con convicción, al menos con la misma seguridad con la que al principio decías no poder hacerlo.

Si haces esto, tienes la mitad del éxito garantizado.