¿Cuál es el objetivo de la vida? ¿Cuántas veces te has hecho esta pregunta? ¿Cuál es, según tú, el sentido de tu vida? ¿Para qué naciste? ¿Para qué estás aquí?
Yo no creo que nadie pueda tener certeza absoluta sobre las respuestas a estas preguntas, al menos no mientras se está vivo.
Así que aquí va mi mejor hipótesis:
La experiencia humana es un conjunto de muchas experiencias y emociones. El saber acumularlas, vivirlas plenamente y aprender de cada una de ellas es lo que nos hará sentirnos realmente vivos y evolucionar.
Por ello, creo que estamos vivos para evolucionar y no únicamente para ser felices. No es que debamos ser infelices, ni que la felicidad sea mala o imposible, pero creo que ése no es el único propósito que tenemos.
Al contrario, cuando vivimos creyendo que ése es el objetivo final, tomaremos decisiones buscando placeres a corto plazo, en detrimento del largo plazo. Creemos que, a partir del momento en el que no nos sentimos felices, dichosos, plenos, algo anda mal. De esta manera, toda dificultad es exagerada y, sobre todo, evitada.
Pero si piensas en las grandes recompensas, en los grandes avances y en los mejores momentos -de la Humanidad o de tu humanidad- te darás cuenta que han venido precedidos de dificultades, de obstáculos, de dudas, es decir, de todo lo que uno no asocia con felicidad.
En cambio, cuando crees que tu objetivo es evolucionar, verás las cosas desde otro cristal: intentarás buscar explicación a los momentos difíciles, a los obstáculos, a las derrotas; tratarás de aprender de ellas para, justamente, sacar algo positivo; aceptarás el caos y el cambio con muchas mayor facilidad. Y, paradójicamente, serás más feliz, aunque ése no sea tu objetivo.