Existe una diferencia entre querer hacer algo y que algo te provoque.
Querer algo se asocia con un objetivo final, con algo que quieres atraer a tu vida y que sabes que será beneficioso para ti.
Por ejemplo, imagínate que te estás enfermando mucho y que tu objetivo sea estar sana y en forma. Eso es lo que tú quieres a largo plazo.
Ahora imagina que, en tu caso, para lograr ese objetivo, decides hacer ejercicio. Ésa es una actividad que tienes que realizar en el corto plazo (y seguir haciéndola) para lograr tu objetivo de ser saludable.
Si eres de las que nunca haces ejercicio, probablemente no te provoque cambiar tu rutina, comenzar a correr, levantar pesas o realizar cualquier otra forma de ejercicio, de manera regular.
Ésa es la distinción que yo hago entre querer algo (tu objetivo final, a mediano o largo plazo) y provocarte hacer algo (la actividad a corto plazo para lograr tu objetivo).
La mejor manera de hacer actividades que no te provocan, pero que son beneficiosas para ti, es recordarte por qué las haces y decirte que, aunque no te provoquen, sí las quieres hacer.
Cuando algo no te provoque, pregúntate por qué sí quieres hacerlo (tu objetivo final).