Si tienes tendencia a querer hacerlo todo, a decirle que sí a todo y a todos, si te cuesta el No, si eso te hace sentir menos productiva, más floja, menos profesional, entonces sigue leyendo.
Imagina que tratas de crear una rutina de la mañana que parezca perfecta y que incluya TODO lo que sueles escuchar que debes hacer en la mañana: meditar, rezar, hacer ejercicios, escribir en tu diario, comer de manera saludable, leer, bañarte y vestirte, hacer un poco de introspección, preparar a tus hijos y llegar a la hora a tu trabajo que queda a 1 hora de distancia de tu casa.
Tu intención es noble: realizar una rutina zen que te prepare para un día productivo. Sin embargo, si tratas de hacerlo todo, terminarás teniendo el efecto contrario, es decir, comenzarás tu mañana estresada, y sintiéndote culpable, porque no lo hiciste todo.
Lo mismo lo puedes aplicar a cualquier otra área de tu vida:
Si aceptas muchos proyectos, por temor a no parecer profesional, terminarás cometiendo errores, entregando algunos con retraso, o simplemente haciendo lo mínimo necesario, sin agregar análisis, ni valor a tu trabajo, es decir, exactamente lo contrario de tu objetivo inicial.
Si tratas de hacerlo todo, si no aprendes a discriminar qué es lo importante, del resto, no disfrutarás plenamente de nada, realizarás un trabajo mediocre y obtendrás el efecto opuesto del que inicialmente deseabas cuando dijiste que sí.