En ¿Qué hacer cuando estás cansada?, vimos que solemos romper los compromisos con nosotras mismas, mientras mantenemos los compromisos con los demás, incluso si estamos cansadas y desanimadas. Cuando se trata de cumplir promesas hacia los demás, conocemos las mejores estrategias para superar nuestro cansancio y flojera y hacer lo que dijimos que haríamos, pero cuando se trata de hacer cosas para nosotras, sabemos inventar las mejores excusas para no hacerlo.
Esto no quiere decir que SIEMPRE debas cumplir las promesas que haces (hacia ti o hacia los demás). Esto quiere decir, simplemente, que seas consciente de cuál es tu patrón de comportamiento, cuál es tu hábito.
¿Eres de las que rompe fácilmente las promesas que te haces a ti misma y difícilmente las que haces a los demás? ¿Eres de las que rompe con frecuencia tus promesas, a ti y a los demás? Si rompes una promesa que hiciste, ¿tiendes a sentirte culpable?
¿Cuál es tu hábito?
No ir un día al gimnasio, pese a que te lo habías prometido, comer ese dulce que tanto te provocó, pese a estar en dieta, cambiar la cita que tenías con una amiga, cuando algo más importante surgió, no es grave. Cuando eso ocurre, al contrario, es importante entender tu razón, ser tu mejor amiga y no caer en la culpa, que es de esas emociones parasitarias que no te ayudan en nada.
El problema es cuando esos comportamientos se convierten en la norma. El problema es cuando tú misma no crees en tu propia palabra, cuando sabes que prometerte algo no significa gran cosa a la final.
Romper una promesa o mantenerla, en sí, no es lo importante. Tu hábito lo es. Si tu hábito es no cumplir tu palabra, no sólo no lograrás cambios importantes y perennes en tu vida, lo peor es que no creerás en ti misma.
La próxima vez que eso ocurra, busca entender qué pasó, por qué no lo hiciste y qué puedes hacer mejor la próxima vez.