Las emociones que sientes son vibraciones en tu cuerpo.
Tus emociones son el resultado de tus pensamientos.
Solemos clasificar las emociones como positivas o negativas, si ellas son agradables y nos hacen sentir bien, o si no lo son.
En realidad, todas las emociones son positivas, porque podemos aprender de ellas.
Naturalmente, siempre estamos en búsqueda de emociones agradables, aquellas que nos hacen sentir bien, alegres y vivas. Probablemente, las emociones más buscadas sean la felicidad, la alegría, la motivación, la inspiración, la paz y la tranquilidad. ¿Quién quiere sentir miedo, inseguridad, duda y frustración?
Sin embargo, todas las emociones tienen un rol en nuestra vida; todas ellas son útiles. Si no fuese así, hace tiempo hubiesen desaparecido en el proceso de evolución humana.
Las emociones positivas sirven para recordarnos que lo que hicimos para generar esa emoción está bien y deberíamos repetirlo.
Las emociones negativas nos permiten identificar que lo que hicimos para generarla no nos gustó, y no deberíamos repetirlo.
Si prestas atención a tus emociones (y a cómo tu cuerpo responde ante ellas), y te preguntas constantemente qué acciones y pensamientos las generaron, aprenderás mucho de ellas.
El problema es que nos han enseñado que ciertas emociones no son buenas y, en consecuencia, no deberíamos sentirlas. La rabia, la frustración, la tristeza, nos dicen, es mejor evitarlas o ignorarlas.
Al hacer esto constantemente, nos perdemos una tremenda oportunidad: la posibilidad de escucharnos realmente y de aprender de nuestras emociones.La próxima vez que sientas una emoción desagradable, pregúntate: (1) qué pensaste y qué pasó antes de que la sintieras, y (2) qué puedes aprender de ella.