El orden en el que las actividades son realizadas, influye en su duración y en la duración total de un proyecto.
Las actividades que requieren más atención, las que aportan mayor valor y mayor productividad, deben ser realizadas cuando una es más eficaz.
Esta ley se debe al ingeniero estadounidense Frederick Winslow Taylor (1856 – 1915), quien fundó la escuela de pensamiento llamada Organización Científica de Trabajo (OST, en inglés), también conocida como “taylorismo”.
La ley de Taylor presupone dos aspectos:
- Identificar cuáles son las actividades que necesitan mayor atención y que generan mayor valor.
- Saber en qué momento del día somos más eficaces.
Taylor también recomendaba lo siguiente:
- Descomponer las actividades para hacerlas aún más eficaces.
- Estandarizar la rutina diaria y los procesos necesarios para realizar tareas recurrentes.
- Establecer objetivos claros y medidas de rendimiento.
¿Cómo realizar todo esto?
Gracias a la planificación.
Sólo ella permitirá saber previamente cuáles son nuestros objetivos, cuáles las actividades de mayor valor, cómo podemos descomponerlas, de qué manera es posible estandardizar los procesos rutinarios y cuáles serían nuestras medidas de rendimiento.