¿Qué tanto te has quejado la última semana por la falta de tiempo?
¿Te parece, como a tantas personas, que el tiempo no te alcanza para hacer lo que quieres hacer? ¿Crees que para hacer todo lo que tienes que hacer deberías tener, al menos, 48 horas en un día?
Yo creo que si nos dan más tiempo cada día, no viviríamos con mayor serenidad, porque llenaríamos de nuevo nuestras agendas, nos comprometeríamos con muchas más cosas y terminaríamos quejándonos, de nuevo, por la falta de tiempo…
¿Y qué tal si lo que necesitamos no es más tiempo, sino menos complejidad?
Porque la falta de tiempo es un mal hábito que viene de una sociedad en la que siempre hay que hacer, tener y ser más.
Simplifiquemos nuestras necesidades: ¿debemos poseer tantas cosas? ¿necesitamos tanto para vivir una vida plena?
Simplifiquemos nuestros pensamientos: ¿es necesario preocuparme por todos esos problemas, por todas esas personas?
Simplifiquemos nuestras acciones: ¿tengo que hacer tanto? ¿qué pasa si dejo de hacer tantas cosas?
Simplifiquemos nuestras vidas. Descubramos qué es esencial y qué es realmente importante. Dediquemos mayor tiempo a eso y a nada más.
Porque la vida, muchas veces, es más simple de lo que pensamos.