Ayer vimos la importancia de la disciplina en la gestión del tiempo.
La pregunta que la gente suele hacerse cuando piensa en disciplina es, ¿hasta qué punto debemos ser disciplinadas y hasta qué punto podemos ser flexibles con nuestros compromisos?
En caso de duda sobre si hacer o no hacer algo, la disciplina siempre debe ganar, es decir, debemos preferir hacer lo que dijimos que haríamos, a no hacerlo.
La flexibilidad debería entrar en juego sólo cuando la duda desaparece, es decir, cuando sabemos que eso que habíamos planeado, simplemente no podremos hacerlo en condiciones normales, por ejemplo, en caso de enfermedad o fuerza mayor.
Una manera de combinar disciplina y flexibilidad es recordarnos cuál es nuestro objetivo final al realizar una actividad.
Por ejemplo, si queremos una mejor salud, y para eso decidimos ir al gimnasio a diario, pero hoy hay una tempestad, en lugar de salir al gimnasio, podemos decidir hacer ejercicios en casa ese día y lograr así nuestro objetivo final, sin perder el hábito de hacer ejercicios.