Cuando planificamos un evento, el tiempo que nos tomaremos para finalizar una tarea, la realización de un objetivo o de un proyecto, solemos realizar lo siguiente: (1) Identificar las actividades necesarias para realizarlo y (2) el tiempo que nos tomaremos en cada una de ellas. (3) Eso lo ajustamos en función del tiempo real que nos quede y de cualquier limitación adicional, como de tipo financiera.
Lo que NO solemos incluir en nuestra planificación son los diferentes obstáculos que pueden presentarse. Y eso es normal, porque el cerebro humano suele ser optimista. Porque si comienzas pensando en todo lo malo que puede pasar, probablemente terminarás no haciendo nada.
Te propongo contrarrestar ese sesgo humano, añadiendo una etapa a tu planificación: (4) Identifica los posibles obstáculos, imagina cuál podría ser el peor escenario que se presente y qué deberías o podrías hacer para lograr lo que te propones, si eso ocurriera.
En el mejor de los casos, esos obstáculos no se presentan y terminas logrando tu proyecto u objetivo con mayor serenidad y en menos tiempo y, en el peor de los casos, logras hacerlo con el orgullo de que fue porque te preparaste para eso.