Cuando tienes un objetivo o meta en tu cabeza, probablemente estás llena de entusiasmo. Ese entusiasmo aumenta tu motivación, y hace que subestimes el tiempo y esfuerzo necesario para lograr lo que tanto deseas… y qué bueno que sea así, porque de lo contrario, probablemente abandonarías ese objetivo antes de fijártelo.
Aunque ese entusiasmo es muy bueno al principio, no es eterno. Por ello, debes asegurarte de anticipar muy bien los obstáculos que se te puedan presentar, no para que el entusiasmo disminuya, sino para que él se mantenga, pese a las dificultades que inevitablemente encontrarás mientras avanzas hacia tu objetivo.
Identificar tus obstáculos potenciales debe ser una de las primeras etapas al momento de fijarte objetivos.
Cuando lo hagas, trata de imaginarte todas las dificultades que se puedan presentar, incluso las que parezcan poco probables.
Al hacerlo, y esto es lo más importante, identifica cómo resolverías cada una de ellas, o qué necesitas tener y desarrollar para resolverlas en el futuro.
Estas posibles soluciones a tus obstáculos serán parte de tu plan de acción.
Ésta es la clave de este ejercicio: no dejarse desmotivar ante la simple visión de obstáculos, sino convertirlos en tu fuerza, en parte de tu poder.
Probablemente no se te presenten todos los obstáculos que imaginaste, y probablemente se presenten otros que nunca se te ocurrieron. Lo importante no es tanto esto, sino saber que tienes un arsenal de soluciones ya planificadas, que te harán avanzar hacia tu objetivo con un espíritu más tranquilo y con mayor seguridad.