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Haz pausas regulares

Trabajar sin cesar es la antítesis de la productividad.

Aunque el cuerpo humano es capaz de trabajar muchas horas seguidas sin pausas, estas situaciones deben ser excepcionales, porque sólo son posibles bajo un grado de estrés importante. Por ello, si sometes a tu cuerpo a este tipo de tensión de manera recurrente, terminarás sufriendo las consecuencias mentales y físicas a largo plazo.

Lo que sí es natural y productivo es tener largos períodos de concentración, interrumpidos por períodos más cortos de pausas.

Las pausas te permiten, de manera inconsciente:

  • Afianzar el conocimiento que acabas de aprender.
  • Reflexionar sobre lo que acabas de producir.
  • Crear nuevas ideas sobre cómo puedes mejorar lo que acabas de hacer.
  • Prepararte para lo que vas a comenzar a hacer después de la pausa.
  • Te relaja, y esto, en sí, vale la pena el “esfuerzo”.

Todos estos beneficios los lograrás a condición de que no realizar durante las pausas otras actividades en conflicto con lo que acabas de hacer, es decir, a condición de que no te pongas a hacer otra cosa, como mirar las redes sociales, leer un texto (un libro, tus correos electrónicos, las noticias, etc.) o ponerte a pensar en otras situaciones o problemas.

Trata tus pausas como una parte complementaria de tu trabajo: planifícalas y concéntrate en ellas. Al ser consciente de su importancia, les darás la importancia que merecen.